Ya no amanecen primaveras

Era una fría mañana de invierno, o una cálida noche de verano, nadie se acuerda y a nadie ya le importa; nadie queda para recordarlo ¡Hace tanto de todo aquello! Y las manecillas del reloj, que han ido despedazando con fuerza la realidad del tiempo a cada golpe del segundero, ya han borrado las huellas dejadas en la arena, evaporando con ellas la memoria, dejando al descubierto el cauce seco del río del olvido. Hoy, en este atardecer otoñal, somos solo la ceniza de los días soplada por el viento.

La primera noche

Antes de todo lo que vemos, antes de nuestra propia existencia, cuando no había nada conocido por el hombre; sólo algunas entidades superiores moraban el vacío de un espacio descomunal. A estos seres, cuya historia es solo un mito, se les atribuye en algunas culturas la historia de la creación.

Y así se cuenta, que era el principio de todas las cosas y La Hilandera se sentaba sobre la primera noche tejiendo el propio ser, tejiendo El Lienzo; aquello donde se asienta todo.

Inspira

Aquí estoy, con la sensación de que tengo algo que contar; pero cuando voy a empezar, no encuentro nada. Vaya problema ¿Verdad? Ni que me ganara la vida como guionista.

No son las palabras, no; no es que tenga algo que decir y no encuentre la manera de verbalizarlo. Si estuviera en ese punto ya tendría algo avanzado. Es sólo la sensación de que tengo que contar algo, pero ese algo, no sé lo qué es.

Tal vez lo que tengo pendiente sea una disertación sobre la nada, puesto que nada me viene y nada encuentro cuando busco. O puede que sea esto lo que tengo atascado, el hablar de esta sensación de querer y no poder, exponiendo la inexistencia narrativa de mi relato, o dicho de forma menos pretenciosa, esta total falta de inspiración.

Especias

Olía a especias. A pimienta, a clavo, a cayena y comino. Pasar por su lado era como entrar a la cocina de un restaurante hindú en la que están preparando pollo tikka masala. Pero no os confundáis, aunque pueda parecer lo contrario, era un aroma agradable, con un toque a nuez moscada, con una nota picante de jengibre, suave y profundo a la vez, como una canción ligera que suena de fondo, pasando inadvertida hasta que te alcanza y te conmueve por sorpresa.

Hoy, plátano

Era Lün un plátano que vivía feliz en su platanera colgando junto a sus vecinos plátanos. Se despertaba cada mañana y veía salir el sol sobre el horizonte mientras se mecía suavemente en su rama. Ese era su momento favorito del día, cuando todos dormían todavía y él podía disfrutar de un ratito de paz.

Pasados esos momentos de tranquilidad la platanera se convertía en un hervidero; plátanos yendo arriba y abajo a toda velocidad, plátanos gritando y hablando a voces…

– Eh! Lün! Espabila que hay mucho q hacer!!! – le gritaban desde abajo – Tenemos que hacer nuestras cosas de plátano!!!

Lün era feliz siendo un plátano en su platanera pero estaba harto de hacer cosas de plátano. Bueno, a decir verdad, no era hacer cosas de plátano lo que disgustaba a Lün, sino hacer lo mismo que hacía todo el mundo a su alrededor.

Una de esas mañanas, mientras reflexionaba en soledad, llegó a la conclusión de que aquel no era su sitio. El quería ver mundo y conocer otras frutas así que, armándose de valor, cogió aire y se lanzó hasta el suelo desde su rama.

Nuestro amigo plátano corrió mil aventuras desde entonces. Hoy mismo me ha parecido verlo junto a una naranja, una piña y un racimo de uvas en el sombrero de una mulata que bailaba en el carnaval de Río como si tuviera la cadera dislocada.