Ya no amanecen primaveras

Era una fría mañana de invierno, o una cálida noche de verano, nadie se acuerda y a nadie ya le importa; nadie queda para recordarlo ¡Hace tanto de todo aquello! Y las manecillas del reloj, que han ido despedazando con fuerza la realidad del tiempo a cada golpe del segundero, ya han borrado las huellas dejadas en la arena, evaporando con ellas la memoria, dejando al descubierto el cauce seco del río del olvido. Hoy, en este atardecer otoñal, somos solo la ceniza de los días soplada por el viento.

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